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La Amazonía en llamas, un ecocidio.


En el transcurso del presente año, el Instituto Nacional de Pesquisa Espacial (INPE) ha registrado más de 74 mil incendios en la Amazonía, el pulmón del planeta. La indignación se debe a que en su mayoría éstos han sido provocados con el objeto de aprovechar las tierras para minería y expandir la frontera agrícola y ganadera, para lo cual es necesaria la deforestación de áreas extensas. La administración del presidente de ultra derecha Jair Bolsonaro ha contribuido negativamente a esta problemática debido a la generación de políticas flexibles para la deforestación con el fin de alcanzar un mayor desarrollo económico de la región amazónica, pasando por alto la importancia ambiental de la selva tropical más grande del mundo para la preservación de la vida. El mandatario además ha acusado a las ONGs de “interferir en la soberanía de Brasil”, y ha dado paso a la suspensión de las líneas de financiación del “Fondo Amazonía” por parte de Noruega y Alemania, cuya intención era aportar económicamente para la conservación del territorio.

Esta crisis ecológica es global. La invasión de la Amazonía nos deja una larga serie de consecuencias, entre ellas la muerte de miles de miembros de comunidades indígenas y millones de especies de flora y fauna. A esto se suma la pérdida de la función ecológica de la selva, que consiste en retener el carbono terrestre e incorporar nubes para la generación de lluvias. Dichos efectos contribuyen al calentamiento de la Tierra, permitiendo que la quema de los bosques se produzca con mayor facilidad. Otros países además de la Amazonía se han visto afectados por los incendios, como Bolivia, Paraguay y Perú.

Es así que hoy más que nunca es momento de actuar, y exigir. Para generar un aporte individual resulta necesario el consumo responsable basado en medidas tales como un cambio alimenticio para la disminución del consumo especialmente de carne y lácteos, y una diferenciación al momento de adquirir productos provenientes de empresas poco responsables ambientalmente. Sin embargo, se conoce que uno de los objetivos de las grandes empresas es responsabilizar al consumidor, por ello, es indispensable exigir a las mismas el mejoramiento de las técnicas de extracción de materia prima y procesamiento de sus productos, así como la disposición de los residuos y la prevención de generación de efluentes y gases contaminantes. Si aun así no es posible alcanzar una viabilidad ambiental, se debería procurar que estas dejen de producir. A esto se complementa exigir a nivel gubernamental que se tomen medidas de acción de carácter urgente para la restauración y protección de la selva amazónica, e impedir que las malas decisiones políticas y económicas continúen agravando la crisis ambiental.

Es hora de tomar conciencia, la crisis ecológica actual es sólo una consecuencia de la obediencia a un modelo extractivista en donde la selva amazónica y los diversos e importantes ecosistemas como los páramos no son más que un capital natural, y se encuentran muy lejos de ser considerados como parte de un verdadero sujeto de derechos.

“No es un incendio, es capitalismo”.


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